Qué difícil parece tomar una decisión cuando no conoces las consecuencias que ésta va a desencadenar.

Cuando nos encontramos en un momento de nuestra vida, en el que tenemos que escoger un camino u otro, se nos presenta un dilema, ya que en esa elección entran muchos factores en juego; factores personales, económicos, emocionales, de tiempo…etc

Generalmente tenemos en cuenta nuestra opinión, pero tendemos a valorar también la opinión de los que nos importan.

Luego están las opiniones de los que no nos importan nada, pero que nos las ofrecen, aun cuando no se las hemos pedido… éstas las dejaremos apartadas, ya que no nos aportan nada que tengamos considerar.

Para tomar una decisión de manera adecuada, imaginémonos los escenarios a los que nos enfrentamos.

Nos es fácil hacer una valoración global de la situación y tomar una determinación, por eso mi propuesta es desgranar cada una de las vías posibles.

Para mí lo más práctico y lo que siempre funciona, es coger papel y lápiz, y plasmar en un cuaderno nuestras impresiones, sólo de esta manera podemos hacer una comparativa más objetiva.

La mayor parte de las veces suelen ser dos los caminos entre los que tengo que escoger, y generalmente suelen ser opuestos. En el caso de que sean más, procura hacer una selección de aquellos que te parezcan prioritarios y así reducirás al máximo las alternativas, de manera que te queden únicamente dos opciones.

En este momento ya podemos empezar a hacer la evaluación de los factores influyentes. Comenzaremos escribiendo los aspectos positivos de la Opción A en una lista, que puedes ser tan larga como tú decidas…. Escribe todo lo que se te ocurra, seguro alguna vez has hecho eso de “brainstorming”. Pues esto es algo parecido.

Por otro lado, haz lo mismo con las cuestiones positivas en caso de elegir la Opción B.

Una vez hayas terminado con lo positivo, comienza a hacer la valoración de los aspectos negativos, es decir, aquellas consecuencias que no te resultan tan agradables, en caso de que elijas cada una de las opciones A y B. Y escríbelas de igual manera en el papel.

De esta forma, cuentas con una visión general, pero con un análisis preciso de los aspectos positivos y negativos de cada una de las dos opciones a las que has de hacer frente.

Evidentemente éste ejercicio no te ayudará a tomar la decisión final, pero sí a aclarar tus ideas y a descubrir nuevos planteamientos que quizás no estabas estimando a la hora de tomar la decisión.

De sobra sabemos que una decisión importante no se toma en 1 día, por eso mi propuesta es que te tomes tu tiempo y que vayas valorando poco a poco las alternativas. Puedes dejar a mano ese cuaderno y escribir cuando se te presente la oportunidad. Elije los momentos más adecuados para hacerlo, en los que te encuentres en un estado de calma interior y exterior, sin interferencias (sin llamadas de teléfono e interrupciones continuas), se reflexiona mejor cuando tenemos las ideas más ordenadas.

Todos a lo largo de nuestra vida hemos tenido que tomar decisiones, de mayor o menor envergadura, y la mayor parte de las veces, por no decir todas, no sabemos cuál va a ser la consecuencia de esa decisión. Esta incertidumbre no nos puede paralizar. Debemos ser valientes y tirar “palante”, en definitiva ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Que nos equivoquemos? En ese caso tiene solución, volver a tomar otra decisión hasta que demos con el resultado acertado. Siempre existe el camino bueno, es cuestión de encontrarlo. Y para encontrarlo tenemos que buscarlo.

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Olivia de Prado