Olivia de Prado

Familias Reconstituidas.

Tú, Yo, Ellos: NOSOTROS

Soy Olivia de Prado, madre, psicóloga, trabajo en el ámbito Perinatal, me mueve todo lo que rodea a la maternidad, desde la búsqueda de embarazo, hasta el postparto y la crianza.

Quiero empezar con la palabras que defienden el fondo de este artículo:

“Ahora sí que vas a tener un hermano de verdad, N. no es tu hermano”.

¿Existen los hermanos de verdad y los hermanos de mentira?, ¿Existen los medios hermanos y los hermanos enteros?

Hoy hace 4 días que me enteré de estas palabras tan desafortunadas, me lo contó mi hija el día de su cumpleaños, cuando le dijeron que tendría un hermanito por parte de padre. Y no dejo de darle vueltas, para ver cómo voy a afrontar esta situación tan desagradable, no con la persona en particular que hizo ese comentario (esto para mí es lo de menos), sino para gestionar el daño y la confusión que esas palabras malévolas han ocasionada en la mente frágil y vulnerable de mi hija de apenas 7 años de edad.

Mi maternidad me cambió y me convirtió en una mujer radicalmente mamífera, que saca sus uñas y dientes cada vez que ve amenazada la integridad o salud mental de su descendencia, como cualquier leona o loba haría con sus crías, cuando las ve en peligro.

No me considero sobreprotectora, ni tampoco consentidora, pero sí procuro atender las necesidades que mis hijos, biológicos o no, puedan tener.

Generalmente no hablo en exceso de mi vida privada, porque he tratado de preservar la privacidad de mi pareja, respetando sus decisiones. Y en lo que respecta a mi hija, he compartido algunos fragmentos de su vida, de manera profundamente respetuosa, siempre, teniendo en mente lo que forma parte de su intimidad.

Llevo unos días revuelta, por un acontecimiento que sucedió a principios de esta semana. He estado callada, elaborando la mejor manera para manejar la situación. Y hoy con las ideas más ordenadas y con mayor calma, me dispongo a plasmarlo en el papel. Quiero sacarlo fuera.

Hoy quiero hacer un llamamiento a todas aquellas personas que, dejan salir de sus bocas, palabras que originan un impacto emocional en los menores. Todos aquellos que, no ponen filtro alguno a sus pensamientos ni palabras, que se creen con el derecho de juzgar, y con este juicio, hieren a los más vulnerables, los niños.

No tengo la obligación de hacerlo, pero hoy aclararé una parte tan importante de mi vida, como verdadera, de la que me siento tremendamente orgullosa.

Mi familia es una familia reconstituida, compuesta por cuatro miembros: mi pareja, su hijo, mi hija y yo. Cuatro grandes personas con una suerte infinita de haberse encontrado en el sendero de la vida, y han elegido transitarlo juntos.

Para los que no estén familiarizados con el término, se entiende por ‘Familia Reconstituida’ la formada por una pareja en la que uno o ambos miembros tienen hijos o hijas de una relación anterior.

Para nosotros, como para la inmensa mayoría de las familias reconstituidas, ha supuesto un gran reto, un profundo cambio en la estructura, en las normas y modos de relacionarnos.

Hemos trabajado duro y hemos tenido algún que otro momento complicado, para alcanzar una convivencia satisfactoria y funcional. Hemos conseguido construir una preciosa relación familiar entre todos nosotros, incluida la de nuestras exparejas.

Traer consigo los niños de un matrimonio anterior representa muchos desafíos, si ya es complicada la convivencia con tu propia pareja con hijos en común, no quiero ni contarte lo que supone una convivencia y una crianza con los niños que proceden de diferentes entornos…

Nosotros hemos tenido claro desde los comienzos lo que queríamos, un proyecto común de formar nuestra propia familia; por este motivo hemos trabajado de la mano, en un bis a bis, respondiendo no sólo las preguntas que nos venían de dentro de casa, sino también las que venían de fuera.

Está de más decir, que hemos dejado apartados los juicios y críticas, que en alguna ocasión nos han hecho llegar, con miradas o comentarios, o con preguntas francamente indiscretas; con las que hemos hecho una pelotilla y hemos tirado al contenedor de residuos tóxicos.

Fruto del esfuerzo de todos, tanto la pareja, como los niños o nuestras familias de origen, hemos conseguido una relación tan bonita y transparente, de la que incluso hemos obtenido provecho, ya que nos ha traído dos grandísimos regalos para todos.

Por una parte, madurez, que nos ha permitido adaptarnos a una nueva situación en la que han podido surgir diferencias en la convivencia; y, por otra parte, desarrollo de habilidades sociales para afrontar el mundo desde otra perspectiva con una mente más abierta.

Respetar y aceptar la diversidad es la base. Aprender que existen otras formas de ver la vida, de experimentarla. Fomentar nuevos modelos y roles que ayuden a que todos encuentren su sitio sin sentirse fuera de lugar. Y reforzar que el modelo familiar es diverso, al igual que podemos tener dos papás o dos mamás, uno biológico y otro en funciones. Todos estos escenarios han venido para quedarse.

¿Y por qué hoy quiero profundizar en este tema? Porque quiero lanzarte alguna pregunta y quiero abrir un melón.

La cuestión es que me he encontrado con la situación mas desconcertante en los últimos años, en los que llevamos trabajando duro, los cuatro, para que nuestra familia, sea una familia como cualquier otra, con sus peculiaridades, pero una familia. Sin más.

Donde cada miembro es importante, donde cada uno ocupa un lugar y en la que tenemos claro, todos, cuales son nuestros roles. Nuestro esfuerzo nos ha costado. Ha sido un trabajo de fondo, a diario, el que hemos hecho para poder llegar al punto sereno en el que nos encontramos.

La verdad que los niños nos lo pusieron tan fácil, que esa parte es la que mejor hemos podido elaborar. Los niños siempre dándonos las mejores lecciones. Su capacidad de adaptación me sobrepasa.

Nosotros, en casa, nunca hemos hablado de padrastro, madrastra, hermanastro, hermanastra, son términos que nos horrorizan (no digo que sea inadecuado utilizarlos), pero nosotros nunca lo hemos hecho. No nos gustan. Nunca nos salió naturalmente, sino que fuimos siendo nosotros, sin más, sin etiquetas, sin apellidos.

Los niños han tenido claro desde el principio quienes son sus padres biológicos, siempre están muy presentes en nuestro día a día, y como es lógico, hemos tenido que insistir porque con su corta edad, lo natural es que estén confundidos. Pero siempre nos hemos armado de paciencia y con conversaciones sinceras, con papel y lápiz, con muñecos, con libros, o con lo que haya hecho falta, nos hemos exprimido el coco para hacerles entender la nueva situación por la que estaban atravesando.

Hemos tratado de responder a sus preguntas, más de la mayor que del pequeño, ya que es más madura por edad, y necesita respuestas. Respuestas del papel que ocupamos cada uno dentro de la nueva familia reconstituida.

El momento más difícil de resolver fue cuando, a pesar de que nosotros no queríamos poner etiquetas, ella, la niña, nos preguntó, que si N. era su hermano pequeño.

Y después de darle vueltas al asunto, más por las repercusiones que pudiera tener fuera de casa, que dentro, respondimos que sí, que N. era su hermano. Y le preparamos para las preguntas que se pudiera encontrar en la calle, tanto de niños como de adultos. Para ella era importante obtener respuestas y poner palabras a sus sentimientos. Y estaba feliz y encantada con su nuevo hermano y con una convivencia común, aunque sólo sea a días.

¿Acaso nos hemos planteado en alguna ocasión si un niño adoptado en un seno familiar, es HIJO de esos padres? o ¿Acaso a esos padres, no se les considera PADRE O MADRE de ese niño? o ¿los niños adoptados miembros de una familia, no son HERMANOS con los otros hijos biológicos de la familia?

¿Acaso un niño nacido por donación de esperma, no es hijo de su padre, después de haberse sometido a un tratamiento de Reproducción Asistida?, ¿o una mujer no es madre de su hijo que ha nacido por ovodonación?

¿Es la sangre, o la genética únicamente la que te hace formar parte de una familia y te da la categoría de padre, madre, hermano o hermana?

Creo que todas las respuestas a las preguntas anteriores están claras. SI ES SU PADRE, SI ES SU MADRE, SI ES SU HERMANO, SI ES SU HERMANA y así extensible al resto de la familia.

¿Por qué en todos estos casos anteriores no nos planteamos los términos padre, madre, hermano, hermana; y en el caso de una familia reconstituida sí nos los cuestionamos?

En una familia reconstituida, los padres biológicos, son los padres de los niños, y las parejas de sus padres y madres, ejercen la función de padres y madres en la convivencia, cuando no están los biológicos, respetando los roles. Del mismo modo los niños procedentes de cada familia, en una familia reconstituida son hermanos. Ellos lo sienten así. Ni medio hermanos, ni hermanastros, ni casi hermanos. Son hermanos sin más. Simplemente HERMANOS.

Volviendo al tema que nos reúne hoy frente a estas líneas, quería retomar la petición a la familia extensiva y las personas que rodean al entorno de estos modelos de familias, tuvieran un poco de delicadeza y conciencia de las palabras que utilizan, sobre todo con los niños, que son los más vulnerables.

Después de todo este trabajo realizado por nuestra parte, vienen otros a “hablar sandeces y a confundir a los niños”, cuando ya están bastante adaptados a la nueva situación que les está tocando vivir, y que no ha sido un camino fácil para ellos.

Vienen otros a tocarnos los bajos, por decirlo de una manera ligera. Vienen otros a decirle a mi hija que ahora sí iba a tener un “hermano de verdad, que N. no es hermano suyo“.

La cara de confusión de mi hija, su expresión, su nerviosismo, su desagrado, su rechazo, su falta de entendimiento, su intranquilidad, su desconfianza, me hirieron en lo más profundo de mi alma. Pero no me hirieron por mí, sino por poder sentir en mis propias carnes lo que ella estaba sintiendo en ese mismo instante. Creo que ésa es una facultad que tenemos las madres, sentir en nuestras propias carnes.

¿Cómo?, ¿Qué entonces N. no es mi hermano?, ¿Entonces por qué mamá me ha dicho todo este tiempo que sí lo era?, ¿Y entonces va a ser mi nuevo hermano el verdadero?, ¿Pero si no va a salir de tu tripa?, ¿Si va a salir de la tripa de la mujer de aita?, ¿Entonces si este va a ser mi verdadero hermano, que va a ser N. mío?, ¿Va a dejar de ser mi hermano?.

Rabia, ganas de salir corriendo, increíbles ganas de gritar desde lo más hondo de mis entrañas: ¡¡“basta ya de hacer daño gratuito a los niños“!!

¿Con qué derecho te crees tú de vulnerar la paz mental de mi hija?

¿Te has parado a pensar en la huella que tus palabras han dejado en ella? (“Ahora sí vas a tener un hermano de verdad”)

¿Has pensado antes de hablar?

Por favor, te pido que, a partir de ahora, si vas a decir algo que aporte tranquilidad y sosiego a la niña, lo hagas; pero si vas a soltar por tu boca, palabras hirientes, te calles.

Esto es lo primero que me despertaron aquellas sucias palabras, que habían salido de la boda de un miembro de su familia. De una figura de referencia para la niña. De una persona, a la que mi hija, tiene en estima y considera sensata, porque es una adulta, y como tal, debería de serlo.

¡Que santa manía de echar por tierra el trabajo de años!, ¡qué santa manía de hablar de más!, ¡que santa manía de despreciar a un ser igual de vulnerable que mi hija, su hermano! No es hermano de sangre, pero sí de VIDA como ella le llama. Es su hermano sin más. Demos a cada uno el lugar que le corresponde.

Jamás pensé que un adulto pudiera hacer tanto daño gratuito a un niño, incluso perteneciendo a su propia familia. Impensable.  Si nos encontramos con esto dentro de la familia, ¿qué esperamos encontrarnos fuera?. A veces, las personas más cercanas son las que son capaces de hacer más daño. Este tipo de actitud es ciertamente tóxica. Cuando un familiar hace algo hiriente, debe estar dispuesto a reconocerlo, dejar de lado el ego, disculparse y luego no repetir su error.

“Ahora si que vas a tener un hermano de verdad, N. no es tu hermano”.

¿Existen los hermanos de verdad y los hermanos de mentira?, ¿Existen los medios hermanos y los hermanos enteros?

Hoy hace 4 días que me enteré de la noticia, me lo contó mi hija el día de su cumpleaños, cuando le dijeron que tendría un hermanito por parte de padre, y no dejo de darle vueltas, para ver cómo voy a afrontar esta situación tan desagradable, no con la persona en particular que hizo el comentario (esto para mí es lo de menos), lo que me importa es el daño, la confusión que esas palabras malévolas han ocasionada en la mente frágil y vulnerable de mi hija de apenas 7 años de edad.

Abrimos melón…

Te leo.

2 comentarios en “Familias Reconstituidas.”

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Familias Reconstituidas.

Tú, Yo, Ellos: NOSOTROS

Soy Olivia de Prado, madre, psicóloga, trabajo en el ámbito Perinatal, me mueve todo lo que rodea a la maternidad, desde la búsqueda de embarazo, hasta el postparto y la crianza.

Quiero empezar con la palabras que defienden el fondo de este artículo:

“Ahora sí que vas a tener un hermano de verdad, N. no es tu hermano”.

¿Existen los hermanos de verdad y los hermanos de mentira?, ¿Existen los medios hermanos y los hermanos enteros?

Hoy hace 4 días que me enteré de estas palabras tan desafortunadas, me lo contó mi hija el día de su cumpleaños, cuando le dijeron que tendría un hermanito por parte de padre. Y no dejo de darle vueltas, para ver cómo voy a afrontar esta situación tan desagradable, no con la persona en particular que hizo ese comentario (esto para mí es lo de menos), sino para gestionar el daño y la confusión que esas palabras malévolas han ocasionada en la mente frágil y vulnerable de mi hija de apenas 7 años de edad.

Mi maternidad me cambió y me convirtió en una mujer radicalmente mamífera, que saca sus uñas y dientes cada vez que ve amenazada la integridad o salud mental de su descendencia, como cualquier leona o loba haría con sus crías, cuando las ve en peligro.

No me considero sobreprotectora, ni tampoco consentidora, pero sí procuro atender las necesidades que mis hijos, biológicos o no, puedan tener.

Generalmente no hablo en exceso de mi vida privada, porque he tratado de preservar la privacidad de mi pareja, respetando sus decisiones. Y en lo que respecta a mi hija, he compartido algunos fragmentos de su vida, de manera profundamente respetuosa, siempre, teniendo en mente lo que forma parte de su intimidad.

Llevo unos días revuelta, por un acontecimiento que sucedió a principios de esta semana. He estado callada, elaborando la mejor manera para manejar la situación. Y hoy con las ideas más ordenadas y con mayor calma, me dispongo a plasmarlo en el papel. Quiero sacarlo fuera.

Hoy quiero hacer un llamamiento a todas aquellas personas que, dejan salir de sus bocas, palabras que originan un impacto emocional en los menores. Todos aquellos que, no ponen filtro alguno a sus pensamientos ni palabras, que se creen con el derecho de juzgar, y con este juicio, hieren a los más vulnerables, los niños.

No tengo la obligación de hacerlo, pero hoy aclararé una parte tan importante de mi vida, como verdadera, de la que me siento tremendamente orgullosa.

Mi familia es una familia reconstituida, compuesta por cuatro miembros: mi pareja, su hijo, mi hija y yo. Cuatro grandes personas con una suerte infinita de haberse encontrado en el sendero de la vida, y han elegido transitarlo juntos.

Para los que no estén familiarizados con el término, se entiende por ‘Familia Reconstituida’ la formada por una pareja en la que uno o ambos miembros tienen hijos o hijas de una relación anterior.

Para nosotros, como para la inmensa mayoría de las familias reconstituidas, ha supuesto un gran reto, un profundo cambio en la estructura, en las normas y modos de relacionarnos.

Hemos trabajado duro y hemos tenido algún que otro momento complicado, para alcanzar una convivencia satisfactoria y funcional. Hemos conseguido construir una preciosa relación familiar entre todos nosotros, incluida la de nuestras exparejas.

Traer consigo los niños de un matrimonio anterior representa muchos desafíos, si ya es complicada la convivencia con tu propia pareja con hijos en común, no quiero ni contarte lo que supone una convivencia y una crianza con los niños que proceden de diferentes entornos…

Nosotros hemos tenido claro desde los comienzos lo que queríamos, un proyecto común de formar nuestra propia familia; por este motivo hemos trabajado de la mano, en un bis a bis, respondiendo no sólo las preguntas que nos venían de dentro de casa, sino también las que venían de fuera.

Está de más decir, que hemos dejado apartados los juicios y críticas, que en alguna ocasión nos han hecho llegar, con miradas o comentarios, o con preguntas francamente indiscretas; con las que hemos hecho una pelotilla y hemos tirado al contenedor de residuos tóxicos.

Fruto del esfuerzo de todos, tanto la pareja, como los niños o nuestras familias de origen, hemos conseguido una relación tan bonita y transparente, de la que incluso hemos obtenido provecho, ya que nos ha traído dos grandísimos regalos para todos.

Por una parte, madurez, que nos ha permitido adaptarnos a una nueva situación en la que han podido surgir diferencias en la convivencia; y, por otra parte, desarrollo de habilidades sociales para afrontar el mundo desde otra perspectiva con una mente más abierta.

Respetar y aceptar la diversidad es la base. Aprender que existen otras formas de ver la vida, de experimentarla. Fomentar nuevos modelos y roles que ayuden a que todos encuentren su sitio sin sentirse fuera de lugar. Y reforzar que el modelo familiar es diverso, al igual que podemos tener dos papás o dos mamás, uno biológico y otro en funciones. Todos estos escenarios han venido para quedarse.

¿Y por qué hoy quiero profundizar en este tema? Porque quiero lanzarte alguna pregunta y quiero abrir un melón.

La cuestión es que me he encontrado con la situación mas desconcertante en los últimos años, en los que llevamos trabajando duro, los cuatro, para que nuestra familia, sea una familia como cualquier otra, con sus peculiaridades, pero una familia. Sin más.

Donde cada miembro es importante, donde cada uno ocupa un lugar y en la que tenemos claro, todos, cuales son nuestros roles. Nuestro esfuerzo nos ha costado. Ha sido un trabajo de fondo, a diario, el que hemos hecho para poder llegar al punto sereno en el que nos encontramos.

La verdad que los niños nos lo pusieron tan fácil, que esa parte es la que mejor hemos podido elaborar. Los niños siempre dándonos las mejores lecciones. Su capacidad de adaptación me sobrepasa.

Nosotros, en casa, nunca hemos hablado de padrastro, madrastra, hermanastro, hermanastra, son términos que nos horrorizan (no digo que sea inadecuado utilizarlos), pero nosotros nunca lo hemos hecho. No nos gustan. Nunca nos salió naturalmente, sino que fuimos siendo nosotros, sin más, sin etiquetas, sin apellidos.

Los niños han tenido claro desde el principio quienes son sus padres biológicos, siempre están muy presentes en nuestro día a día, y como es lógico, hemos tenido que insistir porque con su corta edad, lo natural es que estén confundidos. Pero siempre nos hemos armado de paciencia y con conversaciones sinceras, con papel y lápiz, con muñecos, con libros, o con lo que haya hecho falta, nos hemos exprimido el coco para hacerles entender la nueva situación por la que estaban atravesando.

Hemos tratado de responder a sus preguntas, más de la mayor que del pequeño, ya que es más madura por edad, y necesita respuestas. Respuestas del papel que ocupamos cada uno dentro de la nueva familia reconstituida.

El momento más difícil de resolver fue cuando, a pesar de que nosotros no queríamos poner etiquetas, ella, la niña, nos preguntó, que si N. era su hermano pequeño.

Y después de darle vueltas al asunto, más por las repercusiones que pudiera tener fuera de casa, que dentro, respondimos que sí, que N. era su hermano. Y le preparamos para las preguntas que se pudiera encontrar en la calle, tanto de niños como de adultos. Para ella era importante obtener respuestas y poner palabras a sus sentimientos. Y estaba feliz y encantada con su nuevo hermano y con una convivencia común, aunque sólo sea a días.

¿Acaso nos hemos planteado en alguna ocasión si un niño adoptado en un seno familiar, es HIJO de esos padres? o ¿Acaso a esos padres, no se les considera PADRE O MADRE de ese niño? o ¿los niños adoptados miembros de una familia, no son HERMANOS con los otros hijos biológicos de la familia?

¿Acaso un niño nacido por donación de esperma, no es hijo de su padre, después de haberse sometido a un tratamiento de Reproducción Asistida?, ¿o una mujer no es madre de su hijo que ha nacido por ovodonación?

¿Es la sangre, o la genética únicamente la que te hace formar parte de una familia y te da la categoría de padre, madre, hermano o hermana?

Creo que todas las respuestas a las preguntas anteriores están claras. SI ES SU PADRE, SI ES SU MADRE, SI ES SU HERMANO, SI ES SU HERMANA y así extensible al resto de la familia.

¿Por qué en todos estos casos anteriores no nos planteamos los términos padre, madre, hermano, hermana; y en el caso de una familia reconstituida sí nos los cuestionamos?

En una familia reconstituida, los padres biológicos, son los padres de los niños, y las parejas de sus padres y madres, ejercen la función de padres y madres en la convivencia, cuando no están los biológicos, respetando los roles. Del mismo modo los niños procedentes de cada familia, en una familia reconstituida son hermanos. Ellos lo sienten así. Ni medio hermanos, ni hermanastros, ni casi hermanos. Son hermanos sin más. Simplemente HERMANOS.

Volviendo al tema que nos reúne hoy frente a estas líneas, quería retomar la petición a la familia extensiva y las personas que rodean al entorno de estos modelos de familias, tuvieran un poco de delicadeza y conciencia de las palabras que utilizan, sobre todo con los niños, que son los más vulnerables.

Después de todo este trabajo realizado por nuestra parte, vienen otros a “hablar sandeces y a confundir a los niños”, cuando ya están bastante adaptados a la nueva situación que les está tocando vivir, y que no ha sido un camino fácil para ellos.

Vienen otros a tocarnos los bajos, por decirlo de una manera ligera. Vienen otros a decirle a mi hija que ahora sí iba a tener un “hermano de verdad, que N. no es hermano suyo“.

La cara de confusión de mi hija, su expresión, su nerviosismo, su desagrado, su rechazo, su falta de entendimiento, su intranquilidad, su desconfianza, me hirieron en lo más profundo de mi alma. Pero no me hirieron por mí, sino por poder sentir en mis propias carnes lo que ella estaba sintiendo en ese mismo instante. Creo que ésa es una facultad que tenemos las madres, sentir en nuestras propias carnes.

¿Cómo?, ¿Qué entonces N. no es mi hermano?, ¿Entonces por qué mamá me ha dicho todo este tiempo que sí lo era?, ¿Y entonces va a ser mi nuevo hermano el verdadero?, ¿Pero si no va a salir de tu tripa?, ¿Si va a salir de la tripa de la mujer de aita?, ¿Entonces si este va a ser mi verdadero hermano, que va a ser N. mío?, ¿Va a dejar de ser mi hermano?.

Rabia, ganas de salir corriendo, increíbles ganas de gritar desde lo más hondo de mis entrañas: ¡¡“basta ya de hacer daño gratuito a los niños“!!

¿Con qué derecho te crees tú de vulnerar la paz mental de mi hija?

¿Te has parado a pensar en la huella que tus palabras han dejado en ella? (“Ahora sí vas a tener un hermano de verdad”)

¿Has pensado antes de hablar?

Por favor, te pido que, a partir de ahora, si vas a decir algo que aporte tranquilidad y sosiego a la niña, lo hagas; pero si vas a soltar por tu boca, palabras hirientes, te calles.

Esto es lo primero que me despertaron aquellas sucias palabras, que habían salido de la boda de un miembro de su familia. De una figura de referencia para la niña. De una persona, a la que mi hija, tiene en estima y considera sensata, porque es una adulta, y como tal, debería de serlo.

¡Que santa manía de echar por tierra el trabajo de años!, ¡qué santa manía de hablar de más!, ¡que santa manía de despreciar a un ser igual de vulnerable que mi hija, su hermano! No es hermano de sangre, pero sí de VIDA como ella le llama. Es su hermano sin más. Demos a cada uno el lugar que le corresponde.

Jamás pensé que un adulto pudiera hacer tanto daño gratuito a un niño, incluso perteneciendo a su propia familia. Impensable.  Si nos encontramos con esto dentro de la familia, ¿qué esperamos encontrarnos fuera?. A veces, las personas más cercanas son las que son capaces de hacer más daño. Este tipo de actitud es ciertamente tóxica. Cuando un familiar hace algo hiriente, debe estar dispuesto a reconocerlo, dejar de lado el ego, disculparse y luego no repetir su error.

“Ahora si que vas a tener un hermano de verdad, N. no es tu hermano”.

¿Existen los hermanos de verdad y los hermanos de mentira?, ¿Existen los medios hermanos y los hermanos enteros?

Hoy hace 4 días que me enteré de la noticia, me lo contó mi hija el día de su cumpleaños, cuando le dijeron que tendría un hermanito por parte de padre, y no dejo de darle vueltas, para ver cómo voy a afrontar esta situación tan desagradable, no con la persona en particular que hizo el comentario (esto para mí es lo de menos), lo que me importa es el daño, la confusión que esas palabras malévolas han ocasionada en la mente frágil y vulnerable de mi hija de apenas 7 años de edad.

Abrimos melón…

Te leo.

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